«Los sonidos etéreos, acompasados, sensuales y sutilmente disonantes de la Gimnopedia N° 1 -sin lugar a dudas, la obra más conocida de Eric Satie-podrían hacer suponer que su compositor era, exactamente, un espíritu tranquilo, refinado y calmo. Sin embargo, la personalidad del gran compositor francés tenía mucho más que ver con la mordacidad, el sarcasmo y el ánimo rupturista(…) . Cabe recordar que las Gimnopedias fueron escritas cuando tenía poco más de veinte año. Después de 1900, lejos de aquella propuesta un tanto inocente, Satie avanzó por un sendero sumamente personal, por fuera de los marcos del impresionismo. Hasta tal punto su trayectoria fue tan original que, hacia 1920, devino en el ícono y referente de la nueva generación de jóvenes compositores franceses. Más aún, Jean Cocteau lo reivindicó como el modelo por seguir en el nuevo tiempo del posimpresionismo. Y Satie, fiel a sus convicciones, siguió provocando e incomodando al prójimo. Sus frases y pensamientos no tenían desperdicios. En el Bulletin des editions musicales, afirmó que «antes de componer una obra, camino por alrededor de ella varias veces» para poder conocerla. Por su parte, Oscar Levant, aquel gran pianista, compositor y actor, tan ocurrente y socarrón como Satie, escribió en su libro The Unimportance of Being Oscar que, en un manuscrito que él había leído, Satie había prescripto una orden muy singular para interpretar una pieza para piano que se anticipó en varias décadas al silencioso 4.33 de John Cage. Sugería Satie: «Esta pieza debe ser interpretada con las dos manos en los bolsillos».
Crítica de Pablo Kohan para La Nación